Soledades y otros cuentos y sucedidos

Prólogo

Los que hemos tenido el privilegio de conocer de cerca al autor, sabíamos que su mirada vivaracha y penetrante había libado néctar del devenir cotidiano de su rica experiencia vital. En esta publicación, mezcla de ficción y vivencias - “cuentos y sucedidos” – Bernardino Espejo logra combinar con singular maestría el Séneca que lleva dentro con aquello que la variopinta realidad le ofrece fuera. El resultado, a buen seguro, no dejará indiferente a ningún lector.

En un mundo dominado por la imagen y el “glamour” de los poderosos (con los que, por cierto, al autor le tocó relacionarse en variadas ocasiones de su vida profesional) sorprende gratamente el mosaico de personajes pequeños, de gente sencilla, que con su pluma engrandece convirtiéndolos en protagonistas de sus relatos. Como sin querer queriendo, la paja y el grano de lo que en verdad importa en la existencia humana vienen separadas por el autor en estas historias que, a primera vista, parecieran no querer ir más allá del mero divertimento literario.

Hace ya algún tiempo, tuve la fortuna de conocer de primera mano el potencial de su inspiración literaria por fragmentos manuscritos que Bernardino me leía en caliente recién salidos de su pluma, en los inevitables ratos muertos de nuestros viajes por tierras latinoamericanas. Parece que estoy viendo aquellas cuartillas dobladas, escritas siempre en sus dos mitades en sentido vertical, con letra clara, menuda y regular. Con voz cadenciosa me iba desgranando los versos o la prosa poética, enfatizando los pasajes claves con sorbos de ron o de pisco “sauer”. Su bonhomía natural se esponjaba al desgranar las palabras cálidas que con inmensa ternura escogía para los más débiles.

Pero sus ojos brillaban con fiereza canalla cuando sus palabras se volvían hachas afiladas contra los personajes abyectos. Es una suerte para todos que el autor se haya decidido a sacar a la luz estos relatos que atrapan de inmediato al lector por la frescura, emociones, sabiduría y el buen hacer que destilan. Como el alma grande del autor, de la que emanan.